En esta nueva ocasión mi artículo no se centrará, como es costumbre, en un análisis crítico de un album concreto. Tampoco versará sobre una canción que por un motivo o por otro pueda resultar relevante destacar en este modesto Blog.
No, en esta ocasión quiero hablar de un solo de guitarra que emerge en el minuto 2:50, aproximadamente, del tema de Racer X "Ghost dance" y que podemos localizar en el album "Getting heavier" de 2002, lamentablemente el último de la formación.
Descubrí a la banda justamente con este disco. Había escuchado hablar de ella en algún momento en no se qué revista, así que, decidido, me dispuse escuchar el album.
No tardé en disfrutar de la música que salía de mi estéreo mientras se iban sucediendo los temas, aunque en ningún momento pensara que se convertiría en uno de mis albunes de cabecera. Tampoco Racer X iba a ser a partir de ese momento uno de mis grupos favoritos, aunque esa aparente neutralidad empezó a cambiar de lleno cuando le llegó el turno al tema 10 del disco, un potente medio tiempo con pesado riff que rompía el ritmo habitual de los temas y que, un poco más tarde, arrojaría el solo que supuso la amalgama de emociones que justifica que a partir de ese momento me vea obligado escucharlo un par de veces de manera periódica o que ha hecho que acabe figurando en este nuevo artículo de Rock Rename Machine.
Una escala en progresión sirvió de entradilla a un acorde en acople que se antojaba interminable y que jugaba con mi paciencia mientras me preguntaba cuándo éste habría de acabar. Era como si el músico hubiera de arrepentirse en el último momento de la idea de sucesiones de notas que hubiera planificado hacer y todo quedara en un rítmico suspenso mientras intentaba atrapar las musas que revoloteaban alrededor de su instrumento. Poco después, como si no hubiera aún conseguido la suficiente inspiración, prolongaba el extraño ritual cambiando de traste y jugando con los sonidos que desprendía la guitarra para sintonizar posteriormente una melodía emotiva que parecía viajar desde el cielo hasta que un juego de virtuosismo provocara que un espíritu llegase de nuevo a tocar el suelo firme y se regocijara en su amplitud.
Ávido y emocionado con la experiencia no tarde en buscar de qué guitarrista se trataba. Paul Gilbert. ¡vaya! ese nombre si me sonaba más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario